(1531) Sobre los errores acerca de la Trinidad

   Esta obra de Miguel Servet fue conocida en fechas inmediatas a su publicación, por los reformados de Haguenau, y se conservan bastantes ejemplares de la misma.


cover Trinitatis erroribus

 

De Trinitatis Erroribus libri septem. Per Michaelem Serveto, alias Reves
ab Aragonia hispanum. Anno M.D.XXXI.
 8º. Hans Setzer, (Haguenau, 1531). 

 


Para esta sección citaremos parte del capítulo dedicado a esta obra de Servet en el libro El amor a la verdad. Vida y Obra de Miguel Servet, (2011), F. J.  González Echeverría, pp. 103-114:

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   Seguimos el proceso de cómo Miguel iba a llevar su obra a la imprenta de Hans Setzer, Secerius, en la ciudad de Haguenau en 1531 una obra Los errores de la Trinidad y, como veremos, también dará a la imprenta, al año siguiente, 1532, otra obra en la misma imprenta: Los Diálogos de la Trinidad. Parece que debía de ser este, el de la Trinidad, un asunto polémico –como lo fue– ya que ni siquiera habían tratado este dogma los grandes reformadores, y daría la impresión de que tampoco pudiera ser la Trinidad motivo para sus dos primeras obras a una edad, tan joven, de unos veinte años. Sin embargo creemos que su biografía pudiera explicarnos algo de esta elección tan original. Para nosotros el dominio de griego y, sobretodo, de hebreo, además de su autoridad bíblica, explicarían las dudas sobre un dogma que siempre ha sido difícil de aceptar para los musulmanes y judíos. Miguel comienza a dudar del dogma de la Trinidad y nos razona su propia explicación que algunos interpretan como una interpretación muy sui generis. […]

La Trinidad definida en el Concilio de Nicea en el año 325 condenó a Arrio como hereje. En síntesis en el arrianismo se afirma la superioridad ontológica de Dios Padre sobre el Verbo, criatura divina pretemporal y permanente, pero subordinada a Dios y, por lo tanto, distinta de Él. Cristo, encarnación del Verbo, no era Dios. Se condenó a Arrio, pero se reflexionó sobre el misterio trinitario. El emperador Constantino, aconsejado por Osio, obispo de Córdoba, reunió este primer Concilio Ecuménico convocado con 300 obispos. En Nicea –la actual Iznik, en Turquía– se declaró un símbolo ortodoxo de fe a partir de la propuesta de Eusebio de Cesárea. Cristo era “Dios de Dios, luz de luz, engendrado no creado de la misma naturaleza del Padre. La gran novedad era que la fórmula “de la misma naturaleza” (homoousios, o consustantialis) no estaba tomada de la Sagrada Escritura, sino elaborada por el pensamiento teológico a partir de ella. No se solucionaría hasta el 381, en el I Concilio de Constantinopla, pero permanecería una postura diferente mucho más tiempo, en algunos pueblos germánicos cristianizados. La postura arriana (anomia, es decir, el Hijo diferente al Padre) se enfrentaba a la ortodoxia o postura consustancialista (homoousiana) con tres Hypostaseis (o Personas).

  Se añadieron algunos anatemas contra los que dudasen de la eternidad de las Personas y así podemos leer “los que dicen que hubo un tiempo en que no existía, que salió de la nada…quedan anatematizados por la iglesia católica” 169 . Todos los que discrepasen algo de este dogma, además de ser anatema, pudieran morir como Arrio, en extrañas circunstancias, en 336. Todo esto también se expresó en el Código Teodosiano, el año de 380 en las que se puede leer fragmentos representa tivos de la noble caridad cristiana:

  “…creemos en una divinidad única del Padre, y del Espíritu santo que tienen que tienen igual majestad y son la piadosa Trinidad. Mandamos que se llamen cristianos católicos los que siguen esa norma, mientras que juzgamos que son dementes y locos, sobre los que recae la infamia de la herejía. No se llamarán iglesias sus lugares de reunión, y además de ser objetos de la venganza divina serán castigados por nuestra propia decisión que tomaremos en cumplimiento de la voluntad celestial…”

   Veremos cómo sus antiguos amigos, Bucero, Capito y Ecolampadio, así como los católicos, actualizarán este edicto de los emperadores Graciano, Valentiniano y Teodosio. Calvino, más tarde, en la ciudad de Ginebra, mostrará idéntico celo e intolerancia que los citados emperadores y el denominado Código Teodosiano. Pues Miguel perecerá por su discrepancia –además de su interpretación del bautismo– sobre eldogma de la Trinidad, ya que morirá afirmando que Jesús “era hijo del Dios Eterno” y no que era “Hijo Eterno de Dios”. Si hubiese cambiado esta frase, por otra, como la de “Jesús, Hijo eterno de Dios” no lo hubieran condenado en Ginebra. Esta idea que, además, también aparecerá en su obra La Restitución del Cristianismo, impresa en 1553. Muchos pasajes de sus dos primeras obras sobre la Trinidad se pueden leer en La restitución del cristianismo y merecerán su condena, tanto por católicos como por protestantes, ya que tampoco ellos discrepaban en ese dogma de la Trinidad. ¿Por qué un muchacho de unos veinte años quiere remover uno de los dogmas más aceptados, hasta entonces, tanto en la iglesia católica como en la emergente protestante o reformada?

Unas líneas después aparece el otro apellido de Jesús:

“…que Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu santo y con poder, porque Dios estaba con Él…”

Y es completamente evidente escribiendo de Jesús como un hombre cuando dice:

“…y el mismo Jesús comenzaba a tener treinta años de edad y se le suponía ser hijo de José.”

El autor sigue igual cuando sigue afirmando: “acerca de Jesús de Nazaret que fue un hombre, un profeta poderoso” o, cuando Judas le ha traicionado, afirma, en Getsemaní: “Yo soy Jesús de Nazaret, aquel al que buscáis” o en la cita en que Pedro concluye: “Tú eres el Cristo el Hijo de Dios vivo”. Continúa con “Di, entonces, de quién fue engendrado y consecuentemente será hijo de quién lo engendró. Di si fue engendrado por José como padre o por otro padre. Y tú no encontrarás otro padre que Dios” o en otra referencia “él prueba que el Jesús de Nazaret al que sus ojos han visto y sus manos han tocado es el Hijo de Dios, y no el hijo de José”.

  Todo esto en su primer capítulo, vemos un Jesús, con sobrenombre el Cristo, Jesucristo el Hijo de Dios, y otro, pero que es el mismo, Jesús de Nazaret. […] Prosigue con “…También se dijo que estaba hecho de la semilla de David, y se añade, de acuerdo con la carne en orden a distinguir el acto de engendrar de la carne, el cual procedía de su madre, del acto de engendrar por su Padre, el cual a través del Espíritu y poder de Dios está desde la eternidad” o:

“Si el Hijo era el Logos nacido de su Padre sin una madre, dime ¿cómo pudo Él parirlo?, ¿por un útero o por su lado?”

 […]En esta obra que estamos estudiando se referirá al término persona en varias ocasiones . En el libro o capítulo IV podemos leer, comentando la persona del Verbo:

“…y ya estaba en Él, en Dios la representación y efigie del hombre futuro. Y τò πρόσωπον esta máscara, este semblante, este aspecto, esta representación del hombre en Dios late misteriosamente en todos los pasajes de la Escritura que hablan de imagen, aspecto, máscara y semblante”.

   Este vocablo griego en Miguel, prosopon o persona, que, como buen filólogo, nos explica bien sus sinónimos de máscara, semblante, aspecto, imagen, efigie o representación. También nos da muchas pistas para explicar ese cambio, que veremos, de un Miguel de Villanueva a Servet, y viceversa.

   Pocos principios han sido tan debatidos como el dogma de la Santísima Trinidad. La fijación de la doctrina trinitaria de la Iglesia ha sido un proceso arduo y laborioso. Por Trinidad se entiende el dogma de la religión cristiana en virtud del cual existen en Dios tres personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu santo. Así en el concilio de Letrán (1215) se estableció que en Dios hay una sola esencia, una sola naturaleza en tres hipóstasis o personas. Sin embargo en los orígenes de la Iglesia, hubo manifestaciones heréticas: Sabelio en el siglo III negó la distinción de las tres personas y el misterio de la Trinidad, y Pablo de Samosata, obispo de Antioquía en la segunda mitad del siglo III, rechazaba el carácter divino de Jesucristo y consideraba la Trinidad como una sola sustancia y una sola persona. Contemporáneo de Pablo de Samosata fue Arrio (280-336) nacido en Cirenaica, que negaba al Hijo naturaleza divina por no ser consustancial (homousios) con el Padre ni coeterno con Él, ni era igual en dignidad.

   El Concilio de Nicea (325), convocado por Constantino el Grande, emperador de Oriente (317-340), condeno a los arrianos. No obstante los suevos y los visigodos, hasta Recaredo, siguieron al arrianismo, aunque muchos de sus obispos seguían la doctrina romana. Sin embargo las ideas antitrinitarias siguieron hasta el siglo XVI como sucederá con Lelio y Fausto Socino, contemporáneos de Servet y otros importantes autores, como veremos.

   Siguiendo a Barón, Serveto no fue antitrinitario en nuestra opinión. El mismo en el tercer interrogatorio de Ginebra dijo que él no llama trinitarios a los que creen en la Trinidad, “porque él mismo cree en ella”. El disentía de los que la disfrazan de una forma que no es, es decir, aquellos que establecen distinción real en la esencia divina. En la auténtica Trinidad hay distinción personal, pero no real. Para él las personas de la Trinidad son formas, modos o dispensaciones –pues así los denomina, en su obra– ya que Servet no acepta la división de la esencia divina. Por ello, admite las personas, pero no los seres en la Trinidad.

   Otra de las diferencias que observamos en Servet es que aunque admite que Cristo podía ser Dios sin dejar de ser hombre –y por ello se diferencia de los arrianos–, lo que denominamos en la escritura Verbo o Palabra (Logos), era Eterno, y se hizo carne en Jesús, el Hijo, que no poseía la eternidad. La Palabra no es el Hijo, sino una disposición de Dios. La Palabra no fue nunca el Hijo. La Palabra cesó y solo está el Hijo. En Dios hay dos disposiciones: un oráculo –la Palabra– y un Espíritu, pero solo una visible hipóstasis en el oráculo. Solo hubo una hipóstasis, la persona de la Palabra.

En cuanto al Espíritu santo, para él es un “Santo Espíritu”, es el “espíritu de Dios” que está en nosotros porque Dios dijo “moraré en ellos”. Y nos señala: “aquel que miente al Santo Espíritu miente, no a los hombres, sino a Dios. No hay cosa hecha sin su Palabra; no hay piedra, planta o casa sin el Espíritu de Dios”. Siguiendo la obra Miguel lo denominará también “Espíritu de Santidad”.

   Miguel afirmará que no hay otro rostro ni persona ni hipóstasis de Dios, “excepto Cristo”; que hay dos naturalezas en Cristo y que la completa naturaleza y poder de Dios está en el Hombre. Asimismo afirma que “Dios es el Ser, y la Palabra es una disposición de Dios, y que la Palabra era…La Persona se hizo carne, pero no el Ser”.

   A través de los términos de: persona, hipóstasis, disposiciones, etcétera, sí que afirmamos que cree en la Trinidad, pero al dominar el latín, griego y sobretodo el hebreo, no puede entender ciertas faltas, y de ahí el motivo y el título de la obra, sobre “errores” en su concepción: “Los errores de la Trinidad”. La obra en latín, griego y hebreo demuestra el dominio de un joven de veinte años que se interesa por este dogma, pero también a Miguel le interesa la Iglesia:

   “La Iglesia de Dios es el sostén y pilar de la verdad lo cual no es más que decir que la palabra del Evangelio es verdadera y la palabra del Evangelio es esta, es decir,que Jesucristo es Hijo de Dios (…) la verdad, sobre el que fue fundada la Iglesia, es creer que Jesucristo es Hijo de Dios.”

   Observamos que también citará a la Trinidad en un salmo, el CX, 1, que le interesará de manera especial –puesto que también lo versificará, en español, en 1543 como veremos–:

   “Sin embargo algunos filosofan sobre la igualdad de la naturaleza, porque se dice usando la misma palabra: “El Señor dijo a mi Señor” (Salmo 109). Pero ellos deberían de ser perdonados por no conocer la lengua original de la Sagrada Escritura y no se conocen a sí mismos. Todavía si tú conoces el hebreo encontraras al profeta diciendo ‫לאדבי‬ ‫יהוה‬ ‫באם‬ (Naam Yahveh leodonai) Obviamente también se llama a Cristo “Adon” (Malaquías 3) y su profecía acerca de estar sentado a la mano derecha del Padre se prueba en la Epístola a los Hebreos, 10, está completada en Cristo en el último capítulo de Marcos. No obstante los filósofos inventaron otros asientos en la eternidad de los tiempos.

   …He aquí como Dios engendró al Hijo, gloriosamente, el único que decidió que engendraría; así le resultaba conveniente ser engendrado gloriosamente al que iba a ser el juez de vivos y muertos. Por eso levanto los ojos para verlo, a la derecha del Padre en el cielo y tiemblo cuando te oigo llamarlo ‘la naturaleza humana’…”

   O cuando cita:

 “…y a quien el Padre hizo que se sentase a su derecha por una igualdad consigo mismo. El Hijo, hipóstasis del Creador, Dios en espíritu, es capaz de dar vida y tomarla de nuevo, porque la palabra de Dios no muere.”

   El Salmo 109, como comentamos, lo cita especialmente, Miguel, así como la situación de Cristo “a la derecha del Padre”. Hasta la paloma que aparece en el dibujo de Holbein –trabajo gráfico del famoso pintor, que veremos en traducciones de Servet, hacia 1540, que no tenía que ver con la traducción o versificación española de Miguel– aparecerá en su primera obra.

   El Espíritu de Dios anima –según Miguel– todas las cosas y todos los hombres, y cuando actúa dentro de nosotros se denomina Espíritu santo. Continuará con “lo que se hace en el interior o dicho de otro modo, a manera de soplo o paloma se dice que procede del espíritu”  o prosigue: “cuando la paloma fue vista por Juan este le dijo: He visto al Espíritu de Dios descendiendo”.

   Holbein el Joven, representará al Espíritu como una paloma, como tantos católicos y protestantes, y como vemos también no era ajeno a esta representación Miguel. Lo veremos en la obra Retratos o tablas, impresa en 1543. Volverá a ello en su siguiente obra, impresa en 1532.

   Otro apartado importante tratará sobre los nombres de Dios del que destaca el plural hebreo Elohim:

   “Que en Elohim hay pluralidad queda probado en el último capítulo de Josué, no solo se dice de dios Elohim sino ‫קדוושים‬ ‫אלהים‬ (Elohim Kedoshim) como si dijese Dioses Santos”.

   Para Miguel Jesucristo es también ese Elohim. Se demuestra la diferencia entre Yahveh  que sí que se acompaña con ese Elohim 194 , es decir puede seguirlo a Yahveh, pero no lo precede. Así, según Miguel, se prueba que Dios era la Palabra, y que también habrá de dar la esencia al propio Elohim, Cristo 195 .Y prosigue:

   “Y esta pluralidad es porque así como entonces Elohim era hombre en persona y Diosen naturaleza, así ahora Elohim es Cristo, hombre de acuerdo con la carne, Dios enespíritu y poder.”

   Comentará mucho este término plural, que también pudiera incluir ángeles o personas ilustres 196 , pero en el que incluye a Cristo y explicará que este pluralincluirá a Dios y a la Palabra o Verbo, pero que se pondrá en construcción sin-gular pues Dios es Verbo. Y Cristo también será Elohim en cuanto está con Dios.Cualquiera que haya manejado la Biblia hebrea ve en Miguel la abundancia deltérmino Elohim y como lo diferencia del término ‫יהוה‬ (Yahveh). Concluye que elhombre fue hecho a imagen de Cristo, Elohim, pero no a imagen de Yahveh.

   En definitiva Miguel por su dominio griego y hebreo profundiza en estos términos. Cita a los partidarios de Sabelio, teólogo y sacerdote cristiano que desarrollo el modalismo 198 ; también mencionará a Lutero y los luteranos, Arrio (256-336), Ireneo de Lyon (130-210), Justino Mártir (c.100/114-162/168) –citado por Ireneo–, Tertuliano, el rabí Moisés, Pablo de Burgos (c. 1351 1435) y el Tárgum 200 . Pero también cita a personajes posteriores como Lorenzo Valla (1407-1457) y Erasmo, entre otros.

   Varios autores señalan que también pudo influirle Pablo de Samosata (¿c.200?- después de 272), pues presentaba un modalismo de tipo monarquiano según el cual, en Dios no hay más que una persona, que constituye la única esencia divina. Pero existe una unión entre el Verbo o Logos con Cristo, puro hombre, que no hace que Cristo sea Dios ni da al Verbo la personalidad que no tiene. Como hemos visto la doctrina de Miguel discrepaba tanto de la de Pablo de Samosata y de Arrio, quien negaba la divinidad de Cristo, aunque tiene alguna concomitancia con ellos. Su camino es original, aunque participe de muchas de las herejías prenicénicas, no coincide en su totalidad con ellas. Para Miguel las personas de la Trinidad son formas, modos o dispensaciones. En Ginebra se afirmó como “celoso de la verdad” 201 , y afirma que sí, que “usa el término Trinidad” y “enseña la verdadera” Trinidad.

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